A medida que envejecemos, la piel se vuelve más fina y menos elástica, lo que hace que las venas sean más visibles. Un bajo nivel de grasa corporal también puede revelar las venas, ya que hay menos grasa que las cubra.
La actividad física, especialmente el levantamiento de pesas, aumenta el flujo sanguíneo y el crecimiento muscular, empujando las venas hacia la superficie.
El calor provoca que las venas se ensanchen, haciéndolas más visibles, mientras que los cambios hormonales durante el embarazo, la menopausia o la terapia hormonal también pueden influir. Aun así, en algunos casos, puede indicar un problema de salud. Si las venas aparecen repentinamente sin una razón aparente, como pérdida de peso o ejercicio, podría indicar un problema de circulación.
El dolor, la hinchazón o el enrojecimiento alrededor de las venas podrían ser signos de inflamación o incluso un coágulo de sangre. Las venas duras, retorcidas o con forma de cuerda pueden indicar venas varicosas o tromboflebitis superficial. Los cambios en la piel cerca de las venas, como decoloración, picazón o úlceras, pueden indicar insuficiencia venosa crónica.
En raras ocasiones, las venas visibles en el pecho o el abdomen podrían estar relacionadas con una enfermedad hepática o cáncer, especialmente si forman una red. Debe consultar a un médico si las venas aparecen sin motivo aparente, son dolorosas o inflamadas, o se acompañan de otros síntomas como hinchazón o fatiga. En muchos casos, las venas visibles no son peligrosas, pero saber cuándo buscar atención médica es clave para detectar a tiempo cualquier afección grave.